martes, 9 de septiembre de 2008

Entre Escila y Caribdis

Cuenta Homero que Ulises tuvo que vérselas con las sirenas Escila y Caribdis y que, arriesgándose con la primera, perdió a parte de su tripulación. Jasón y sus argonautas tuvieron más suerte pero fue por la intermediación de la nereida Tetis. Así, las bibliotecas públicas (quizá también otros servicios públicos) tienen que vérselas con una aumento exponencial y progresivo de servicios y con una gestión hacia mínimos que se funda en el carácter mercantil que algunos políticos querrían dar (y a veces lo hacen efectivamente) a la res publica (perdón por el latinajo).

Dado que la cultura, y de modo más concreto las bibliotecas públicas no son servicios generadores de ingresos en el corto plazo, los poderes públicos las someten a esa gestión de mínimos (Caribdis) pero entre la deglución y la regurgitación algo queda dentro. Me explico, la única fuente de financiación de una biblioteca pública es vía presupuestos (hay muchas otras pero no se contemplan ¿Por qué? No sé) y esos presupuestos tienen su base en las cargas fiscales y tributarias de los contribuyentes que no son poca carga pero cuando éstas se reinvierten en la biblioteca pública queda en la mísera raspa de la sardina y con ella se debe hacer frente a un gasto que, no dudo, es ingente. Así que, visto que no existe ingreso directo proveniente del servicio bibliotecario y que dicho servicio requiere de un presupuesto elevado, se procede a una gestión de mínimos: mínima infraestructura, mínima inversión, mínimo personal,...

Por otro lado tenemos a Escila, con sus fauces devoradoras y sus múltiples cabezas que son las demandas de servicios públicos de los ciudadanos. Ellos reivindican un acceso a la cultura amplio y flexible, unas posibilidades de información y comunicación sin trabas de ningún tipo. Así exigen un mayor número de horas de servicio (en parte solucionado con los intentos -muy cándidos, por otro lado- de virtualizar el servicio de bibliotecas), exigen mayor profesionalidad de los trabajadores (la Fnac, por ejemplo, tiene personal especializado en géneros literarios) y mayor calidad en el servicio (no vale ya aquello de "¿Cervantes? En la C"). Además exigen una mayor actualización de los servicios que se ofrecen. Aunque, de todas formas, tan absurdo es ofrecer servicios anacrónicos y obsoletos como ultramodernos sin formación de los usuarios...y de los trabajadores.

En fin, que nos situamos al Payro y con el timón roto, entre Escila y Caribdis y mucho me temo que no vamos a tener la intercesión de ninguna nereida.

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